lunes, 19 de abril de 2010

Bajo la piel



En la aversión que sentimos ante los insectos, lo que predomina es el miedo a sentirnos reconocidos por ellos a través del contacto. El estremecimiento o la repulsión ante la araña que nos camina lentamente por el brazo, tentándonos espaciadamente con cada una de sus patas, se debe quizás a que descubre bajo nuestra piel algo que nosotros mismos desconocemos o nos repugnaría conocer. Palpándonos, la araña nos acerca al antiguo animal, despojándonos de la única cualidad diferencial sobre la que se apoya nuestro principio de identidad como especie: una indescifrable espiritualidad. Severas personalidades de la historia, que han enfrentado sin vacilar las balas o la guillotina, se estremecerían como señoritas frente al terrible espectáculo de una araña carnosa trepándoles por la pantorrilla. La imperceptible cosquilla de tal escalada deviene en puñalada en el preciso momento del contacto visual con el bicho. Y si se fuerza a que el espectáculo de la virilidad sea aún más conmovedor que el del espanto, evitando la parte del agudo chillido de doncella y el instintivo manotazo subsiguiente, entonces todas las fibras subcutáneas del varón se verán recorridas por una trémula vibración, como las cuerdas de un arpa eólica expuesta a las brisas del mar. El caso de las mujeres puede que sea diferente.

No hay comentarios.: